26.5.05

El Cristo en Kennington Road

1 El anuncio.

De madrugada soñé con unos ojos vibrantes, unos ojos llenos de luz y color. Almendrados a la vez que rasgados, azules al principio, verdes a continuación y dulce miel al final.
La más placentera sensación de tranquilidad invadía mi cabeza hasta el momento en que una fuerte presencia, alertando mis sentidos, me absorbió desde la realidad arrancándome del más bello de los sueños para llevarme de vuelta a la crudeza de mi oscura y desolada habitación. De entre las tinieblas, suavemente, comenzó a fluir una luz tricolor, iluminando hacia sus propias entrañas mas no a su alrededor, que acercándose lenta e hipnóticamente hasta la cama, acabó por posárseme en el pecho para finalmente apoderarse de mi alma. Los mismos ojos del sueño me sonreían complacientes invitándome al más profundo y plácido descanso.

Esta mañana me levanto y, para mi gran sorpresa, me encuentro a un tío en túnica durmiendo en el suelo de la habitación. Los latidos de mi corazón, al menos 140 por minuto y gracias a Dios, me impiden escuchar un flujo de pensamientos completamente absurdos esclavos del subidón de adrenalina que se acaba de desatar en mi interior. Absolutamente paralizado me dedico a observar la situación, cien por cien ridícula y surrealista, que se me acaba de plantear. Un tío que no conozco de nada? Con túnica? Durmiendo en el suelo de mi habitación? Aaaaaa. Esto va a ser que todavía no me he despertado. Recuperando la calma decido esperar y permanezco inmóvil, sentado en la cama, hasta que el sueño finalice para dar paso al mundo de la realidad.

Me vuelvo a despertar. Por la intensidad del sol parece que se acerca el mediodía. Siento un fuerte dolor en en lado izquierdo del cuello y en la base de la espalda. Joder, me he quedado dormido... sentado en la cama! Un momento... Una túnica... Un paisano durmiendo en mi habitación...

- Buenos días.

- Aaaaargh! Quién coño eres? Qué coño quieres? Quién te manda?

- Jajajajaja. No tienes por que asustarte.

Agarrado a las sábanas, casi en posición fetal, mientras escucho un sinfín de palabras afanosas por tranquilizar, me encuentro con su mirada para caer rendido ante la iridiscencia tricolor de unos ojos... almendrados o rasgados? Hostias! Pero si es el del sueño!

- Cómo te llamas?

- Qué me vas... a, a secuestrar? No tengo un puto duro, eh? Ya te aviso. Llévate el ordenador. Mis padres están muertos y... y... y no tengo familia.
Perdona la indiscreción pero, como un tío con unos ojos tan bonitos puede dedicarse al mundo del crimen?

- Mi nombre es Jesús.

- Vaya, que apropiado. Si es que...

- Jesús de Nazaret.

- Dios mío, no puede ser... Para loco ya llego yo. Tú tranquilízate que todo va a acabar como el rosario, mierda! Es que cuando me pongo nervioso mi cerebro me delata, pero no te lo tomes a mal, eh? Tengo una tableta de Valium en la mesilla de noche. Creo que dos te irán bien. Yo me tomaré uno también, por eso de acompañar, ya sabes...

Jesús se aproxima hacia mi cama y sentándose en el lado izquierdo de la misma, procede a abrir el primer cajón de la mesilla de noche rescatando una tableta de Valium de entre un mar de basura. Retira tres pastillas de su envoltorio y posándolas con delicadeza sobre la palma de su mano derecha, me las ofrece amablemente a la altura de mi boca, boca recubierta por unos dedos que, cual tensas garras víctimas del miedo, todavía apresan las sábanas de mi lecho.
Sus ojos comienzan a hipnotizarme como lo había hecho antes la luz del sueño. Mi cuerpo se entrega a un paulatino adormecer que en breves instantes me lleva de vuelta al mundo de lo onírico otra vez.

(continuará...)

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